Quería hacer una sesión de fotos diferente. Me lo pedía el cuerpo desde hacía meses. Me encanta mi trabajo; adoro fotografiar a los peques y ver cómo a sus aitas se les cae la baba al ver lo bien que han quedado, o la expresión de las parejas al contemplar las imágenes que he captado en su boda. Pero necesitaba hacer algo mío, personal. Rompedor. Llamativo. Ya. ¿El qué?
Ya tenía a mis modelos; muchas veces hablé con Nere de fotografiarla, y con Silvia de hacer una sesión cañera. Pero todo estaba muy difuso… Con los carnavales a la vuelta de la esquina, Nere tuvo la idea; ¿por qué no disfrazarse al estilo Mad Max?
Tocaba buscar vestuario. Las tres revolvimos nuestros armarios en busca de cinturones y tachuelas. Con la ayuda de Marga, conseguí un motón de accesorios chulísimos rollo Steam Punk.
Aquel domingo nos dimos un buen madrugón y cargamos el coche cómo buenamente pudimos. ¡A La Rioja! El destino eran las cuevas de Palomares, en Nalda. Ninguna conocíamos el sitio, pero por las fotos pintaba muy bien.
¡Al lío! No hizo falta mucha preparación: mis modelos por un día se mancharon la cara con maquillaje negro y dieron enseguida con un look adecuado. Yo las llevaba de un rincón a otro, buscando esa luz tan especial, jugando con las sombras y los contrastes. “Mira aquí”, “ahora hacia abajo”, “mírame a mí”, “ponte el sombrero”, “a ver qué tal con las gafas”. Disparé sin compasión. Y los resultados que iba viendo me hacían casi saltar de alegría. La luz, la estética, el reflejo rojizo de las cuevas… ¡Mi proyecto estaba quedando de CINE!
Tras cuatro horas sin (querer) parar y con más 1.000 fotos en mi cámara, me di por satisfecha.
Nos volvimos a Bilbo agotadas, felices e impregnadas del entusiasmo compartido. ¡Aun nos dura! Ojalá estas fotos os transmitan un trocito de lo vivido en un día memorable para las tres. ¡Gracias a todos los que habéis contribuido a hacer realidad esta idea!